Discurso oratorio
El discurso tiene su origen en el mundo clásico, la palabra proviene del
latín discurrere, que se significa ``correr en todos los sentidos``. El discurso en un solo una línea en la cual una
idea va conduciendo a la otra, sin que ni el emisor ni los receptores pierdan
el sentido de continuidad. Desde antes de Cristo el discurso fue altamente
valorado e incluso analizado, porque se tenía conciencia del rol fundamental
que tiene en el desempeño de un personaje político como centro de la
integración social.
El discurso oratorio es una puesta en juego de la argumentación racional:
se plantea y se sustenta un punto de vista, apoyado en hechos y mediante un
encadenamiento lógico de ideas. Sin embargo, para lograr su cometido debe
lograr tocar emocionalmente a sus receptores, de tal manera que a la vez que
resultan persuadidos, o al menos inquietados por el tema, viven una experiencia
emocional como ``escuchas`` del discurso. Además, mientras esto ocurre, el
propio emisor del discurso debe tener un manejo adecuado de sus propias
emociones, poniéndolas al servicio de su mensaje.
Características de un buen orador
1.
Conoce el
tema.
2.
Tiene
buena presencia, ni muy común, ni
demasiado llamativa.
3.
Tiene una
actitud cordial con su audiencia (atiende preguntas, etc.).
4.
Tiene
control de sus movimientos corporales, sin verse rígido.
5.
Controla
su respiración para relajarse y potenciar su voz.
6.
Aunque es
cordial, proyecta seguridad y autoridad.
7.
Establece
contacto visual con su audiencia.
8.
Maneja un
volumen adecuado de voz (muy bajo, parece tímido, muy alto, resulta agresivo).
9.
Varía la
modulación de la voz para no resultar monótono.
10.
Tiene una
actitud natural, de tal forma que lo que dice resulta creíble
11.
Mantiene
una secuencia lógica de ideas que el público pueda ir siguiendo.
12.
Proyecta
energía y entusiasmo. No parece apresurado o intimidado.
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